La República Dominicana es una de las economías más dinámicas del Caribe. El turismo, la construcción, la agroindustria y los servicios son motores esenciales. En ciudades costeras como Punta Cana o Bayahibe, el empleo se mueve alrededor del sector turístico, mientras que Santo Domingo concentra oficinas, universidades, bancos y centros comerciales.
El coste de vida es relativo. Para un turista o expatriado europeo, alquilar una casa o comer fuera puede resultar sorprendentemente económico. Un menú local, un apartamento modesto o el transporte público cuestan menos que en Madrid o Buenos Aires. Sin embargo, para el dominicano promedio, el salario no siempre alcanza el nivel de gasto deseado. Los sueldos en hostelería, tiendas o servicios pueden ser modestos en comparación con el ritmo de aumento de los alquileres o los precios importados.
La clave está en el equilibrio: vivir “a la dominicana” —consumiendo productos locales, comiendo en comedores, viajando en guaguas o motoconchos— es barato. Pero mantener un estilo de vida al “estándar europeo”, con supermercados importados, zonas residenciales cerradas o colegios privados, se vuelve costoso. A pesar de esto, la economía sigue creciendo y muchas familias dominicanas mejoran poco a poco sus condiciones de vida.

